
En Tuxtla se dieron varias marchas en contra del impuesto a la tenencia vehicular. Foto: Isaín Mandujano/ Chiapas PARALELO.
El cobro de la tenencia vehicular es motivo de debate y bandera de causas. Su origen motivo de engaños y muestra de desconocimiento; su destino poco vigilado y estudiado.
Este impuesto aparece por primera vez en nuestro país en la Ley de Ingresos de la Federación de 1962 aprobada en diciembre del año anterior, citando como la razón de este “…como en el caso de todo gravamen, la de contribuir al gasto público, que en el caso de la expansión de carreteras, autopistas, vías, etc., requieren de recursos cada vez más cuantiosos y a cuya contribución, los ingresos que se obtienen actualmente por su disfrute, no guardan relación con el beneficio recibido, máxime si se considera que son gentes de recursos las que pueden hacer uso de las mismas.”. Nada más cerca de la realidad actual y nada más lejos que los juegos olímpicos de México 1968.
La conocida “tenencia vehicular” no debe ser vista como un impuesto sobre la posesión de un automóvil, sino por las externalidades negativas que este produce al bien público. Si todos sabemos que un automóvil contamina el aire que respiramos, produce estrés por la congestión vehicular de su uso desmedido y eleva los costos de mantenimiento en la infraestructura instalada, ¿Por qué no entonces cobrar por ello? ¿Quién paga los daños ambientales, sociales y económicos de tener coches contaminantes? ¿Qué le hace pensar a un particular o empresa que pueda consumir un bien público sin pagar por este? Todos pagamos por el agua potable incluida la infraestructura que se usa para dar el servicio, por la energía eléctrica para iluminar nuestros espacios públicos, ¿Por qué no pagar por las vialidades vehiculares que usamos?
Eliminar la tenencia vehicular incentiva la compra y uso de más automóviles particulares, aumentando la generación de gases de efecto invernadero, agravando la contaminación atmosférica e incrementando el tiempo que se invierte en el tránsito por congestionamiento vial y que repercute en la productividad de nuestra ciudad. Si se cobra el impuesto predial como gravamen por la posesión de bienes inmuebles, se debe cobrar la tenencia vehicular como gravamen por la posesión de bienes muebles.
Los impuestos son tributaciones sobre privilegios a servicios públicos que otros no disfrutan. Antes de pensar en quitarle recursos económicos al Estado, busquemos soluciones innovadoras y eficientes para justificar el cobro y el gasto, porque el problema reside en que el pago de la tenencia vehicular ha servido para muchas cosas menos para proveer de servicio de transporte colectivo de calidad, seguro y menos contaminante. El costo de querer moverse con transporte propio debe ser transferido a fondos especiales que promuevan la mitigación al cambio climático, la modernización del transporte público masivo, el fomento al uso seguro de la bicicleta, a la peatonalización de la ciudad y garantizar la accesibilidad universal.
Las soluciones a los problemas de movilidad en la ciudad exigen ser más críticos en las propuestas y más radicales en las decisiones. Si queremos vivir en una ciudad ambiental y económicamente sustentable, tenemos que ponerle un freno al uso del automóvil, y un impuesto a su uso, es un paso no solo importante sino socialmente justo.